Diversos estudios científicos demuestran que la música ejerce una significativa fuerza emocional sobre las personas pero, ¿qué efecto produciría si escuchásemos canciones con sonido 8D?
A lo largo de la historia, nuestra cultura y nuestros oídos han integrado en nosotros diversas reacciones tras escuchar distintos sonidos. Por ejemplo, si escuchamos en una playa la banda sonora de la película Jaws (1974) reaccionamos con terror al vaticinar que el escualo de Spielberg se acerca a la orilla, si en un concierto de música clásica oímos la pieza Cello Suite Nº 1 de Bach comprobamos que se avecina la carga dramática del concierto y, si al ir al trabajo, elegimos en nuestra lista de reproducción la canción de Wonderwall, de Oasis, es porque queremos tener una perspectiva positiva sobre lo que nos acontece en nuestro día.
Hasta ahora, los técnicos de sonido empleaban la técnica del “panning” en la música para crear una sensación de movimiento dentro del campo sonoro. De este modo, podían “crear” sensaciones de profundidad y percepción. Pues bien, ahora, la tecnología permite concebir melodías 8D, o lo que es lo mismo, canciones tridimensionales, para que quien las escuche tenga una sensación de inmersión mucho más allá del estéreo o el sistema 5.1 con subwoofer.
El sonido 8D se caracteriza porque la sonoridad y los instrumentos puedan integrarse tanto abajo como arriba en la vertical de manera virtual. Dicho de otro modo, el usuario puede escuchar todo el conjunto de sonidos que conforman una canción cómo si éstos orbitaran sobre su cabeza.
Generalmente, la denominación de sonido 8D hace alusión a tridimensionalidad, dado que el sonido en ocho dimensiones no existe. Este nombre comercial se debe a la aplicación de técnicas sonoras digitales de 3D que provocan este resultado.
También conocido como sonido ambisónico o holofonía, fue inventado por Hugo Zuccarelli en los años 80’ con el objetivo de añadir realismo a las piezas sonoras en entornos tridimensionales. Para ello, estudió cómo el ser humano percibía el sonido y, cuatro décadas después, gracias a la optimización de las herramientas tecnológicas ha mejorado esta técnica hasta conseguir el sonido natural.
Tener al alcance de nuestros oídos esta sensación, es liberadora. Si bien nuestro cerebro escucha en 3D, gracias a la realización de complejos cálculos matemáticos procesados a través de la química, que se encarga de convertir las señales en nuestro sistema auditivo y determinar la situación espacial, con esta sonoridad podremos escuchar de forma nativa canciones como Nothing Else Matthers, las bandas sonoras de Hans Zimmer o míticos grupos como Pink Floyd.
En el mundo de los sentidos, el oído es responsable de la escucha y el equilibrio. Por ello, la tecnología ha considerado trabajar en este órgano tan importante para ayudar a protegerlos o, incluso, para comunicarnos y escuchar música mientras circulamos en moto.