Las viviendas que cumplen el estándar “Passivhaus” se adaptan al entorno para optimizar el consumo energético.
Passivhaus es un criterio que nos permite comprobar si una vivienda se ajusta a unos parámetros de rendimiento determinados. Se trata de un movimiento de construcción promovido por el ingeniero de estructuras Bo Adamson, y que tuvo su origen en Alemania a finales de los años 80 del siglo XX, popularizando el término de “casas pasivas”.
Inicialmente, esta manera de edificar fue diseñada para climas fríos, pero en la actualidad se utiliza en más de 40 países con condiciones climáticas muy distintas. En todos ellos se consigue ahorrar hasta un 90% de energía y, por tanto, reducir notablemente las emisiones de carbono. Para verlo con un ejemplo más gráfico, una casa pasiva de 1.500 metros cuadrados consigue la misma reducción en toneladas de C02 que una plantación de 1.000 árboles.
Para alcanzar tal estándar, solamente hay que seguir 5 principios básicos que, en mayor o menor medida, comparten todas las casas pasivas.
El primero de los requerimientos de las casas pasivas es disponer de un excelente aislamiento térmico. Para ello, se utilizarán materiales eficientes y ecológicos posible, para evitar que el frío entre o salga del hogar según la estación del año. Un recurso muy común es el de los jardines verticales, que sirven de aislamiento además de proporcionar un diseño visualmente atractivo.
El segundo requisito es usar puertas y ventanas de calidad para evitar los puentes térmicos que se producen generalmente por una discontinuidad en el aislamiento. Una herramienta que se usa a menudo para analizar los puentes térmicos en una construcción es el software gratuito Therm. Como tercer requisito, la carpintería de altas prestaciones, con sistemas de aislamiento y estancas al aire. Garantizando un buen aislamiento acústico y mantenimiento de la energía en las distintas habitaciones.
El cuarto principio tiene que ver con el aprovechamiento de la energía, que en las edificaciones convencionales suele desaprovecharse por el movimiento del aire. Por este motivo, Passivhaus considera muy importante la estanqueidad al aire exterior, o hermeticidad de la fachada. Por último, el quinto requisito es la ventilación mecánica con recuperación de calor (VMC), un sistema que obtiene aire del exterior al mismo tiempo que extrae el aire viciado, consiguiendo que el aire circule desde las zonas secas a las más húmedas. Para ello se necesita un circuito con rejillas en las habitaciones y extractores interconectados.
En estas viviendas se consigue ahorrar hasta un 90% de energía y, por tanto, se reducen notablemente las emisiones de carbono.
Al tratarse de un concepto que busca la adaptación del hogar al entorno y no al contrario, la orientación y el diseño exterior también juegan papeles importantes. Si, por ejemplo, queremos tener un despacho donde trabajar, se tendrá muy en cuenta que la luz solar entre de forma natural durante el mayor tiempo posible para así no depender de la iluminación artificial. Si resides en una zona con muchas lluvias, se tratará de construir una vivienda con tejados angulosos e instalar algún sistema que aproveche la corriente del agua cayendo para generar energía. Estas son algunas de las soluciones que se implementan para conseguir el título de vivienda Passivhaus.
A la hora de embarcarse en una construcción nueva, optar por el estilo Passivhaus conlleva una inversión de entre un 3% y un 8% más que una casa convencional. Sin embargo, puede merecer la pena teniendo en cuenta los numerosos beneficios en confort térmico, acústico y mínimo consumo energético que, a largo plazo, amortizan esa primera inversión.
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