2020 fue el año de la energía renovable en España gracias al récord en generación eólica y solar fotovoltaica. En total, un 44% del total de la energía producida en nuestro país el pasado año, corresponde a las renovables. Lejos de aquí, concretamente en China, este tipo de energías limpias crecen a un ritmo que duplica el de EE. UU. y la Unión Europea juntos, y convierte al gigante asiático en líder mundial en capacidad de producir electricidad con tecnologías renovables.
Estos y otros datos igual de esperanzadores hacen pensar en un auge de las tecnologías renovables fuera de toda duda. La apuesta global por la sostenibilidad parece haberse acelerado a raíz de la pandemia. El reemplazo de los combustibles fósiles por fuentes de energía inagotables como el sol y el viento ha ganado protagonismo en las agendas de todos los gobiernos, afianzando la lucha contra el cambio climático como una prioridad para la sociedad a nivel global.
Dentro de este nuevo escenario, los análisis geoestratégicos contemplan una transformación de liderazgos que favorece a aquellos países capaces de exportar energías limpias. Esto incluye, no solo a los que por su situación geográfica dispongan de mejores recursos naturales para producir energía (sol y viento fundamentalmente), sino también a quienes desarrollen una estrategia tecnológica avanzada en este sector.
A pesar de nuestro déficit de inversión en I+D+I con respecto a la media europea, España parte de una posición prometedora para colocarse en los puestos de cabeza dentro de este ranking de economías competitivas en tecnología renovable avanzada. Esta aparente contradicción se explica al comprobar que tanto instituciones públicas como compañías privadas han manifestado ya su firme decisión de avanzar en este sentido. Es el momento de apostar por una estrategia colaborativa entre lo público y lo privado y también entre empresas para incentivar la inversión.
Proyectos de eficiencia energética aprobados en nuestro país, como la rehabilitación de las Torres Colón en Madrid, son prueba de que la sostenibilidad ya no es una entelequia, sino una realidad estratégica y una necesidad. Parte de este compromiso adoptado por la comunidad internacional se plasma en la Agenda 2030 para el Desarrollo sostenible. El documento, firmado en septiembre de 2015 por los jefes de Estado y de gobierno de los países miembros de Naciones Unidas, recoge 17 objetivos que van desde la erradicación de la pobreza hasta la conservación de los mares y sus recursos. Objetivos que, hace pocas décadas, se podrían haber considerado inalcanzables y ahora vemos como necesarios.
El auge de la tecnología renovable del que ahora somos testigos es parte de esta estrategia global y responde a una necesidad de supervivencia que la humanidad parece por fin haber asumido. Rentabilizar como país las transformaciones energéticas que conlleva esa estrategia es una oportunidad de desarrollo muy valiosa para un país como España, que ya dispone de políticas de energías renovables aprobadas en más de 70 ciudades. Ya en el año 2000, Barcelona adaptó su código de construcción para exigir que la energía solar térmica cubriera al menos el 60% de la demanda de agua caliente en edificios nuevos y en edificios en proceso de renovación importante.
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