La enzima FAST-PETase consigue descomponer productos fabricados con PET en menos de una semana.
Cada año, se vierten a los océanos unos 8 millones de toneladas de plástico; de seguir así, en 2050 habrá más plásticos que peces. Y los métodos más comunes para desechar el plástico son arrojarlo a un vertedero donde se pudre a un ritmo muy lento o quemarlo, lo que cuesta mucho, consume mucha energía y llena la atmósfera con gases nocivos.
Esta realidad es la que ha hecho que muchos científicos trabajen sin tregua para encontrar formas de usar el plástico sin causar tanto daño a largo plazo al medio ambiente que nos rodea. Y parece que la clave está en las enzimas. El uso de una variante de enzima especialmente creada por científicos de la Universidad de Texas en Austin (EE. UU.), que reduce enormemente el tiempo que lleva descomponer los componentes de los plásticos, está en vías de convertirse en la solución definitiva, incluso para limpiar sitios afectados por contaminación plástica.
La enzima creada se llama FAST-PETase (PETPasa funcional, activa, estable y tolerante) y se ha desarrollado a partir de una PETasa natural que permite que las bacterias degraden el plástico PET. Esta enzima se ha modificado mediante el aprendizaje para identificar cinco mutaciones que le permitirían degradar el plástico más rápido en diferentes condiciones ambientales.
Este descubrimiento podría ayudar a resolver uno de los problemas ambientales más apremiantes del mundo: qué hacer con los miles de millones de toneladas de desechos plásticos que se acumulan en los vertederos y contaminan nuestras tierras y aguas naturales. La enzima tiene el potencial de impulsar el reciclaje a gran escala, lo que permitiría a las principales industrias reducir su impacto ambiental mediante la recuperación y reutilización de plásticos a nivel molecular.
Los investigadores dicen, además, que es relativamente barato, portátil y no demasiado difícil de escalar hasta niveles industriales.
En las pruebas, los productos fabricados con el polímero tereftalato de polietileno (PET) se descompusieron en una semana y, en algunos casos, en 24 horas; estos son productos que, en condiciones naturales, pueden tardar siglos en degradarse adecuadamente.
“A través de estos enfoques enzimáticos más sostenibles, podemos comenzar a imaginar una verdadera economía circular de plásticos”.
Hal Alper, profesor de la Universidad de Texas
Pero no es la única ventaja descubierta con esta enzima. No sólo puede agilizar la degradación de los residuos plásticos, sino que, además, podría utilizarse para dar una segunda vida a los residuos que se han generado. Los investigadores han demostrado que, además de ser capaz de cortar el plástico en sus unidades moleculares básicas (despolimerización), gracias a esta enzima podían volver a unirlo (repolimerización) utilizando procesos químicos para crear nuevos productos plásticos.
Para poder encontrar la enzima FAST-PETase, se implicó en el estudio 51 envases de plástico posconsumo diferentes, cinco fibras de poliéster diferentes y telas y botellas de agua hechas de PET. Y en todos estos productos, la variante de la enzima demostró su eficacia a temperaturas inferiores a 50ºC.
En el mundo, menos del 10% de los plásticos se reciclan y el PET se encuentra en la mayoría de los envases de consumo. Si se introdujera el FAST-PETase en los procesos de reciclaje, ayudaría a destruir el PET de forma sencilla y acabar con los deshechos y, al ser una solución biológica, requiere para hacerlo mucha menos energía que otros procesos industriales alternativos.
“Las posibilidades son infinitas en todas las industrias para aprovechar este proceso de reciclaje de vanguardia”, dijo el profesor Hal Alper, de la Universidad de Texas en Austin y uno de los científicos creadores de la enzima. “A través de estos enfoques enzimáticos más sostenibles, podemos comenzar a imaginar una verdadera economía circular de plásticos”.
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