Se dice de ella que ayuda a broncear la piel, es buena para la vista y restauradora de los nervios. Reporta múltiples beneficios para el organismo ya se consuma al vapor, hervida o cruda. Numerosos estudios indican que ayuda a prevenir el cáncer de mama gracias a que sus células madres son ricas en betacaroteno (provitamina A). La zanahoria, perteneciente a la familia de las umbelíferas, tiene incontables propiedades y, ahora, sus deshechos permiten también crear biocombustible.
Parece increíble, pero así es. La ciencia ha puesto el foco en esta hortaliza con variadas aplicaciones y ha conseguido sacarle un nuevo partido. Los investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y científicos de la Universidad Nacional de Litoral (UNL), en Argentina, han iniciado un proyecto en el que han averiguado que los azúcares de la zanahoria son fermentables y, por tanto, pueden transformarse en bioetanol.
Este tipo de alcohol inflamable se obtiene a partir de la fermentación de ciertos tipos de materiales orgánicos como son las plantas que, ante los procesos de la química, se transforman en una fuente de energía renovable y eficiente. Sus usos son los mismos que los combustibles que se queman para obtener energía, por lo tanto, se pueden aplicar para el transporte o para la generación de energía eléctrica o calorífica.
El proyecto de estas instituciones nació en el año 2013 para dar salida al excedente de zanahorias en la localidad de Santa Fe, puesto que una gran parte de la producción terminaban en deshechos que producían malos olores, propagación de roedores y degradación de los suelos. Sin embargo, ante esta problemática, surgió una nueva idea de construir una planta que permitiera reciclar estos desechos, tras un estudio científico que identificó que podía transformarlos en energía.
Actualmente tras años de procesos, la planta piloto, inaugurada en 2018, cuenta con la capacidad de procesar dos toneladas de hortalizas sobrantes por día. Además, se encarga de generar colorante natural, cápsulas y comprimidos de fibra dietaria para consumo personal y fibra empaquetada para incorporar en la producción de alimentos.
Una vez más, los productos orgánicos tienen cabida en los procesos tecnológicos. Sus aplicaciones no solo se centran en producir energía, sino también, en servir como aislantes e ignífugos en el ámbito de la construcción. Del mismo modo, no solo se pretende generar energía, sino reducir el consumo de la misma con patentes como “lámparas vegetales” o convertir lo que ya existe en fuente que provea otra forma de energía.