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Factores como la sobrepoblación demográfica o las distintas prácticas modernas humanas de consumo han contribuido a la acumulación de toneladas de residuos anuales. Un hecho que, cada día, aumenta alarmantemente. Las diferentes medidas para la eliminación de éstos provocan problemas de contaminación que, a largo plazo, son letales para la salud.
Diferentes actores comienzan a hallar soluciones para erradicar este problema. Donar los millones de productos que no se venden en lugar de destruirlos, es la nueva normativa de reciclaje que el Gobierno francés quiere imponer para esta problemática.
La destrucción de los productos no perecederos -tanto los que se desechan como los excedentes de producción- cuesta a la economía francesa unos 650 millones de euros al año. Por esta razón, a partir de 2023, deshacerse de ropa, cosméticos, electrodomésticos, productos de higiene y cualquier otro enser que no sea alimentario será penalizado. Reciclar y cumplir con el espíritu de economía circular es el objetivo para convertirlo en ley.
La alarma popular se disparó a principios de 2019 con la emisión de un reportaje de investigación emitido por el canal de televisión M6 en el que, con cámaras ocultas, se veía como se destruían juguetes nuevos, pañales, lavadoras, etc., en un almacén de Amazon. La conclusión residía en que a los fabricantes les resultaba más caro su reciclado y recuperación que su destrucción. Ante esta práctica, el gobierno francés decidió tomar cartas en el asunto y poner freno a ese despilfarro considerado “escandaloso”.
Del mismo modo, con este proyecto, el Ejecutivo galo se convierte en uno de los actores pioneros en transformar completamente la economía productiva del país. La nueva ley que han diseñado obligará a las empresas o bien a donar los productos no vendidos, reutilizarlos o reciclarlos y acabar, además, con la sobreproducción bajo pena de sanción si no lo hacen.
Esta medida, anunciada por el primer ministro Édouard Philippe, e impulsada por la Secretaría de Estado de Transición Ecológica, busca no solo terminar con que todo lo que no se venda no acabe en la basura, sino favorecer la economía social y solidaria. Además, otra de las ideas aportada por Philippe, es transformar estos “residuos” en piezas de recambio para recomponer otros productos para alargar, así, su vida útil.
La destrucción de productos está muy extendida tanto entre los minoristas como entre las marcas de lujo como forma de proteger la propiedad intelectual y evitar la falsificación, uno de los principales lastres para las firmas premium del mercado. En España, las pérdidas ocasionadas por la falsificación son millonarias. Siendo el gobierno francés consciente del problema que genera la falsificación, y de que la donación de esos productos de alta gama deterioraría la imagen de las grandes firmas, las obligará solo a reciclar y/o transformar.
En España, el reciclaje está dando muy buenas cifras si lo comparamos con el resto de Europa. Según Eurostat, la Oficina Europea de Estadística, solo Bélgica, Dinamarca y Holanda nos superan en reciclaje de envases. España, con un 70,3% está por delante de la mayoría de los países europeos, incluida Francia, cuyo porcentaje de reciclado de envases es del 57,2%. Nuestra asignatura pendiente es el reciclado de otros tipos de basura compuesta por textiles, maderas y envases comerciales. Ahí no llegamos al 34% de lo generado. Una app de móvil, Litterati, geolocaliza la basura y ayuda a facilitar su limpieza.
También se ampliará la lista de productos gravados con la tasa ecológica para obligar a los fabricantes a incorporar un mínimo de materiales reciclables.
La creación de un sistema de “bonus-malus” , bonificaciones o aumento de las primas, en función de la responsabilidad medioambiental de cada fabricante, será otra medida a tomar, tal y como se hizo en su día para favorecer el reciclaje de plásticos.
Empresas comprometidas como Ecoalf ya se encargan de reciclar los ocho millones de toneladas de basura que acaba en los océanos cada año y transformarlos en prendas de vestir y otra de las figuras comprometidas con esta causa, como el centro comercial sueco Retuna Återbruksgalleria, en el que diversos propietarios de las diferentes tiendas se encargan de restaurar y revender cualquier tipo de objeto que sus clientes les llevan.
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