Más del 90% de la población mundial respira aire contaminado y, según la OMS, la mala calidad del aire podría causar en todo el mundo más de 6,5 millones de muertes al año. En este contexto, iniciativas como la de esta joven investigadora se hacen cada vez más valiosas y necesarias.
Lorena Gordillo Dagallier es la ingeniera industrial que ha desarrollado este sistema de sensores móviles de bajo coste, cuyo objetivo es medir la calidad del aire en las ciudades y la polinización a través de la participación ciudadana.
Aunque en sus inicios se reconocía poco motivada por los efectos del cambio climático, su paso por la Universidad de Cambridge (Reino Unido), donde realizó un doctorado sobre biosensores, le hizo tomar conciencia del problema e involucrarse en el ecologismo práctico.
El proyecto, según declaraciones de su creadora a EFE, consiste en una caja estanca de unos 15x10 cm y 500 gramos de peso. “Hemos diseñado un sensor que es pequeño, barato y que la gente lo puede llevar en las bicicletas o con ellos mismos mientras van andando o viajando en cualquier medio de transporte por la ciudad”. De momento, dice, “es más grande de lo que nos gustaría”, pero ya hay otros investigadores que tratan de desarrollar sensores en chips que se puedan integrar, por ejemplo, en dispositivos móviles.
El proyecto de esta joven madrileña, al que ha bautizado con el nombre de “open-seneca”, ya se ha probado en Buenos Aires (Argentina) y Nairobi (Kenia). “Hemos trabajado primero con grupos específicos, como ciclistas o empresas de entrega de paquetes, ya que los primeros están concienciados y los segundos se mueven mucho por la ciudad y permiten mapear la ciudad más rápido y en detalle”, apunta.
El éxito de estas experiencias piloto ha servido para que los alcaldes de Estocolmo y Lisboa, integrantes del C40, seleccionaran a “open-séneca” como proyecto ganador, junto a los de otras tres mujeres, del premio internacional “Women4Climate Tech Challenge 2020”.
Con los 25.000 euros del premio, Lorena Gordillo podrá implantar una amplia red de sensores móviles en esas dos ciudades europeas, donde sus propios ciudadanos medirán la calidad del aire detectando contaminantes como el monóxido de carbono (CO), óxidos de nitrógeno totales (NOx), dióxido de nitrógeno (NO2) o dióxido de carbono (CO2).
En cuanto al funcionamiento del sistema, la científica española explica que “el sensor mide cada segundo y transmite la información a una plataforma. Cada persona que lo lleva puede ver su ruta, como en los itinerarios de Strava o Google Maps. Puede ver su camino y qué partes están más contaminadas, cuáles menos y en qué intersecciones. Pueden ver directamente a qué han estado expuestos en cada uno de sus trayectos”.
Lógicamente, la fiabilidad de estas mediciones depende de lo amplia que sea la red de voluntarios que lleven estos dispositivos en sus desplazamientos. “Cuando hay suficientes usuarios con el sensor en una ciudad, podemos hacer que esos datos sean anónimos para preservar la privacidad y generar después un mapa en el que se ven las zonas con mayor contaminación, los puntos calientes”, señala.
Por otra parte, la participación masiva de ciudadanos en el programa permite obtener resultados de distintos sensores en los mismos lugares. De este modo, se evitan mediciones sesgadas u obtenidas en circunstancias especiales, como circular en un momento determinado detrás de un camión. En este sentido, Gordillo destaca que las experiencias de Buenos Aires y Nairobi han demostrado que los sensores son “coherentes unos con otros” y que sus datos suelen coincidir con los recabados por las “estaciones de referencia” tradicionales.
El proyecto “open-seneca”, puntualiza, no pretende dar resultados en términos absolutos sobre si la calidad del aire se encuentra dentro de los parámetros legales, sino valores relativos que comparan los niveles de polución en distintos puntos de la ciudad. Además, al tratarse de equipamientos de bajo coste, permite su implementación en urbes que no disponen de recursos económicos para desplegar suficientes estaciones de medición.
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