Hasta no hace mucho tiempo, los avances para optimizar la recarga de los coches eléctricos se centraban fundamentalmente en reducir los tiempos de espera con las cargas rápidas y en facilitar el acceso a los puntos de recarga aumentando el número de estaciones. Ahora, teniendo en cuenta cómo está creciendo la venta de vehículos eléctricos, la estrategia pasa por desarrollar procesos de carga inalámbricos.
El más común de estos sistemas de recarga ya lo encontramos totalmente universalizado en los cargadores sin cable para teléfonos móviles: se trata de la carga por inducción. Para aplicar esta técnica a la industria automovilística se utilizan los mismos principios, aunque con ciertas diferencias, sobre todo de costes. En un sistema de carga por inducción, la energía se transmite desde la base de carga a las baterías del vehículo por un sistema electromagnético cuando las bobinas de ambos elementos se encuentran a una distancia y posición apropiadas para que interactúen.
Al aproximar el vehículo eléctrico a la plataforma de carga por inducción, se activa un sistema de navegación en el panel de información del vehículo que, a través de un asistente, va guiando al conductor para ubicar el vehículo en la posición correcta para su carga. El sistema, en cuanto detecta el coche, activa la carga por inducción de forma automática.
Así funciona el proyecto desarrollado por Mahle, denominado DIPS (Differential Inductive Positioning System), que ha sido el elegido por la Sociedad de Ingenieros de Automoción (SAE Internacional) como solución estándar para la carga inalámbrica. Esta solución sería compatible con todos los coches de cualquier fabricante, ya que su objetivo es estandarizar los componentes relacionados con la infraestructura de carga y con el vehículo.
Otros desarrolladores apuntan más allá y buscan que la inducción pueda actuar mientras el vehículo está circulando. Por ejemplo, en el circuito de pruebas de la Arena del Futuro en Chiari (Italia), se ha instalado un sistema de bobinas capaz de alimentar desde coches a camiones o autobuses en movimiento. No obstante, el principal escollo a superar es el coste económico que exigiría trasladar esta solución a las carreteras de uso público. Otra posibilidad es utilizar cemento magnetizado, un material que proporcionaría una carga eficiente y de alta velocidad a un coste más asequible.
Estas soluciones para la recarga en movimiento implicarían una mejora en la eficiencia de los vehículos, ya que la autonomía no sería una prioridad y, por tanto, la capacidad de las baterías podría reducirse en paralelo a sus dimensiones y peso.
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