La oferta de vehículos se complica. La elección entre combustión, HEV, PHEV, FCEV o EV es solo la primera de las tareas a las que se enfrenta el comprador a la hora de decidir cuál será su nuevo coche. Después llega la más difícil: la que tiene que ver con la tecnología y el equipamiento.
Lo que diferencia a un EIV de un EV es una sola letra que implica muchas mejoras. Para empezar, los Electric Intelligent Vehicles apuestan por la conducción autónoma. De esta manera, están preparados tecnológicamente para lo que venga a nivel normativo durante los próximos años. Mínima intervención humana e Inteligencia Artificial a raudales. Lo más llamativo, la toma de decisiones en base a la percepción e interpretación del entorno.
Por otra parte, los EIV gestionan el consumo energético mediante algoritmos avanzados que alargan la autonomía y mejoran el rendimiento. ¿Cómo? Diseñando recorridos óptimos para llegar a destino, analizando en tiempo real el estilo de conducción y aportando sugerencias para hacerla más eficiente, optimizando la recuperación de energía mediante la frenada regenerativa o equipando baterías capaces de predecir su propio desgaste e incluso revertirlo interviniendo en los procesos químicos.
La conectividad es otra de las deslumbrantes capacidades de los vehículos eléctricos inteligentes. El coche conectado a internet posibilita las actualizaciones de software en tiempo real con lo que esto conlleva. Además de optimizar la navegación, mejorar la experiencia de uso y favorecer una conducción más eficiente, el IOT (Internet de las cosas) transforma el coche en un centro de control desde el que podemos manipular cualquier dispositivo conectado al ecosistema, como nuestros propios electrodomésticos.
Esta misma realidad implica la capacidad de conectarse a las Smart Cities, comunicarse e interactuar con otros vehículos o con elementos de la red viaria que estén dentro de su radio de acción, monitorizar el tráfico, localizar aparcamientos y estaciones de carga,…
Los asistentes de voz son, por su parte, una herramienta que también evoluciona de la mano de la IA. El uso de un lenguaje cada vez más natural permite un nivel de interacción máximo entre máquina y persona.
Además de las expuestas, los EIV encierran otras muchas características que ya están presentes en algunos modelos, como el mantenimiento predictivo que detecta posibles fallos y evita averías, pero también otras que están por venir, sobre todo en el ámbito de la conducción autónoma y de la comunicación V2V y V2X, entre vehículos y del vehículo con el entorno. La visión artificial, que interpreta semáforos y señales de tráfico sin apenas margen de error; los sensores que detectan peatones o cualquier tipo de obstáculo o los algoritmos de Deep Learning, que aprenden del entorno y se adaptan a escenarios complejos, ya no son cosa de guionistas de ciencia ficción, sino realidades de una movilidad cada vez más segura y eficiente a bordo de vehículos eléctricos inteligentes.
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