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01 DE AGOSTO |

Robótica y salud: Jonathan Rossiter cree en curar enfermedades ingiriendo robots

La tendencia en robótica se centra ahora en desarrollar robots blandos, adaptables y maleables.

Aleja de tu mente a C-3PO o R2-D2, esos simpáticos robots con forma de humanoide y fabricados con materiales rígidos, como plástico o metal, y con un motor incorporado. La tendencia en robótica se centra ahora en desarrollar robots blandos, adaptables y maleables que, además, ya no se inspiran en el ser humano, sino en organismos vivos más sencillos que incorporan mecanismos de gran valor para la naturaleza. Por citar un ejemplo: las algas que se comen los residuos vertidos al mar.

Este nuevo paradigma de la robótica podrá tener múltiples utilidades, pero quizá la más llamativa sea la de curar enfermedades. Jonathan Rossiter, director del Grupo de Robótica Blanda de la Universidad de Bristol en Reino Unido, es uno de los líderes mundiales en este campo, y aventura que la aplicación de la robótica a la salud se materializará en dispositivos blandos y flexibles, con tamaños muy variados, incluyendo minúsculos dispositivos que podrán tragarse.

Las utilidades que tendrá la nueva robótica para curar enfermedades son diversas. Así, algunos de los dispositivos robóticos serán comestibles y podrán tener la capacidad de administrar medicamentos exclusivamente en el lugar del organismo donde se necesitan. Esta idea puede ser especialmente útil en el caso del cáncer, donde la administración específica de la medicina en las células tumorales puede evitar las toxicidades asociadas a los tratamientos de quimioterapia actuales.

Estos robots comestibles también serían útiles en enfermedad de Crohn, una patología intestinal que dificulta la absorción de los alimentos. El robot comestible podría ayudar al intestino a realizar sus funciones y eliminar los síntomas del paciente.

Pero la robótica aplicada a la salud no solo servirá para administrar tratamientos, sino que podría llegar a reemplazar órganos dañados. Jonathan Rossiter pone como ejemplo la laringe. Una laringe robótica permitiría al paciente que sufra un tumor de laringe, sustituir el órgano y volver a hablar, tragar o toser.

El campo de la robótica y salud tendrá un desarrollo amplísimo. Entre las utilidades potenciales está la de sustituir músculos dañados o mejorar nuestra capacidad sensorial y ¿por qué no? Jonathan Rossiter piensa también en vendas inteligentes que diagnostiquen la salud de las personas e incluso levantar a los ancianos de sillas de ruedas. En este caso se trataría de robots “segunda piel” que dotarán de fuerza a las piernas de los más mayores, una debilitación que es la que les impide ponerse de pie y caminar y les hace dependientes de la silla de ruedas.

Para hacerlas realidad harán falta materiales con diversas propiedades que empiezan a estar disponibles. También hay que resolver la obsolescencia de los robots y que sean biodegrabales. La idea necesaria es que actúen y se autodestruyan de forma sostenible.

Todas estas ideas están a una “vuelta de la esquina” que va entre los 10 y los 50 años, pero como dice Jonathan Rossiter, el viaje hasta ellas va a ser apasionante.

La robótica aplicada a la salud no solo servirá para administrar tratamientos, sino que podría llegar a reemplazar órganos dañados.

Maria Poveda

María Poveda

Comunicación de Fundación Mutua y RSC