El 28 de octubre de 1492 fue una fecha clave para la historia del tabaco: Cristobal Colón descubrió esta planta de tallo grueso y velloso de hojas perennes con nicotina. Cinco siglos más tarde, en el año 2001, comenzó a instaurarse un nuevo sistema que haría sombra a uno de los formatos más populares para el consumo del cigarro convencional: el cigarrillo electrónico.
Estos dispositivos no son un invento reciente, puesto que, en los años 60, comenzaron a registrarse las primeras patentes hasta crear los cigarros electrónicos que conocemos hoy en día. Actualmente, en el mundo del vapeo, los usuarios pueden encontrar múltiples variedades de atomizadores, sin embargo, todavía asaltan diversas dudas que planean sobre esta nueva forma de fumar.
Puede que este producto contamine menos el aire o se considere menos tóxico que el tabaco convencional, dado que no requiere de combustión, sin embargo, las sustancias que contienen sus líquidos continúan siendo potencialmente tóxicas.
Generalmente, los cigarrillos electrónicos contienen nicotina. Una sustancia tóxica que provoca efectos negativos a nivel cardiovascular, por lo que el consumo de este tipo de tabaco también propicia el aumento de enfermedades cardiovasculares como pueden ser infartos, anginas de pecho, cardiopatías coronarias, etc. y efectos negativos sobre el sistema respiratorio y alteraciones a nivel hormonal.
Según un estudio dirigido por los investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, concretamente, el líquido saborizante para los vaporizadores es el causante de aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares durante el proceso de inhalación de los mismos.
Estos científicos investigaron el efecto de estos e-líquidos en las células endoteliales, las cuales son las encargadas de recubrir el interior de los vasos sanguíneos. Durante la investigación, hallaron pruebas de que estas células, tras exponerse a los líquidos de los cigarrillos electrónicos, son menos viables y muestran niveles significativamente mayores de moléculas en el daño al ADN y la muerte celular. Del mismo modo, son menos capaces de formar nuevos tubos vasculares y de migrar o participar en la curación de las heridas. Una teoría que sustenta en que la gravedad del daño, no solo se genera por la presencia de nicotina, sino también por la variedad de sabores utilizados durante el consumo.
Sabores como canela o vainilla mostraron una mayor captación de lipoproteínas y lípidos de baja intensidad, es decir, durante los procesos asociados a la inflamación y la disfunción endotelial, provocaba una reducción en la capacidad de regeneración de heridas y rasguños. Del mismo modo, se comprobó que el consumo de estos cigarros generaba los mismos niveles de nicotina que los convencionales.
Si bien, muchos usuarios, utilizan este dispositivo para remplazar al tabaco convencional y, así, conseguir dejar atrás su adicción, con el uso de este tipo de formato de cigarro, si se continúa utilizando baja las mismas circunstancias, la adicción se mantendrá desde el punto de vista psicológico, sino que también provocará mayores efectos negativos para la salud. Da igual que la tecnología intente mejorar ciertos aspectos, a veces la salud puede seguir estando en riesgo.