Nadie pone en duda los esfuerzos colectivos por mantener unos niveles de higiene muy exigentes en lugares y objetos de uso público, como cajeros automáticos, autobuses, terminales de aeropuerto, máquinas de vending, etc. Ahora, investigadores de General Electric subvencionados por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, trabajan en un proyecto que haría posible detectar la presencia de coronavirus en superficies a través del Smartphone.
Se trata de un sensor inspirado en los trabajos que los científicos de GE Research han llevado a cabo durante la última década. Estos trabajos se han centrado en el desarrollo y perfeccionamiento de tecnologías de detección miniaturizadas, cuyas capacidades y prestaciones serían similares a las de los instrumentos de laboratorio, pero con un tamaño muy inferior.
Gracias a esa reducción de tamaño, el sensor se podría instalar en dispositivos móviles como teléfonos o relojes inteligentes. Además, también sería factible su implementación en transmisores potenciales del coronavirus por contacto como teclados o lectores de huellas. Gracias a esta nueva herramienta, se podría detectar la presencia de nanopartículas del virus que origina la COVID-19 en pantallas, mesas y otras superficies.
Según el investigador principal del proyecto, Radislav Potyrailo: “todos entramos en contacto con diferentes superficies durante el día, desde pantallas de ordenador y mesas de conferencias hasta quioscos en el aeropuerto y, por supuesto, máquinas de tarjetas de crédito en las tiendas (…). Si bien todos hacen un gran trabajo manteniendo limpias estas superficies, queremos agregar una capa adicional de seguridad al poder detectar la presencia del virus”. Potraylo asegura que el sensor es “extremadamente confiable” y que puede identificar y aislar el virus de otros elementos: “Nuestros sensores son como sabuesos. Los entrenamos para que detecten una cosa específica y pueden hacerlo bien sin que nada los desvíe del camino”.
Sin embargo, esta línea de investigación entra en conflicto con teorías más recientes que apuntan a una bajísima incidencia de contagios a través de superficies y objetos. Por ejemplo, el profesor de Química y Ciencias Medioambientales de la Universidad de Colorado, José Luis Jiménez, asegura que la desinfección de los espacios constituye una “pérdida de tiempo y dinero” ahora que ha quedado demostrado que el coronavirus se transmite por vía aérea. En este sentido, una buena ventilación de las estancias sería mucho más importante que su desinfección. La propia Organización Mundial de la Salud ya admitía en su informe del pasado mes de junio que había cero casos por transmisión en superficies, aunque se pensaba que era plausible. Meses después de este informe, las cifras obtenidas en diferentes estudios se mantienen inalterables. Según Jiménez, el contagio por tocar una superficie supuestamente infectada “no es imposible pero no es muy probable”.
Bajo estas premisas existen ya tecnologías eficaces que no se limitan a la desinfección de superficies, sino que buscan también la purificación del aire. Es el caso del tratamiento desarrollado por Purety Group basado en la fotocatálisis. Y es que cualquier medida que ayude a erradicar los efectos del coronavirus debe ser tenida en cuenta.
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