Así lo ven los microbiólogos e investigadores de enfermedades contagiosas, Hugues Fausther-Bovendo y Gary Kobinger. Ambos buscan tipos de vacunas alternativos y han sugerido, en el reciente estudio Plant-made vaccines and therapeutics publicado por la revista Science, el desarrollo de vacunas a base de plantas.
Es evidente que mientras el mundo sigue luchando contra el virus SARS-CoV-2, muchos investigadores de todo el mundo buscan nuevas formas de vacunar a las personas contra infecciones similares, ya que parece probable que ésta no sea la última pandemia. Y la idea de que podamos comernos o bebernos las vacunas en vez inyectárnoslas no parece muy descabellada.
Las vacunas clásicas se producen típicamente en sistemas bacterianos y aunque son muy eficaces también son muy caras de producir. Sin embargo, según Fausther-Bovendo y Kobinger, del Centro de Investigación sobre Enfermedades Infecciosas de la Université Laval en Canadá, las vacunas a base de plantas requerirían menos recursos y serían mucho más baratas de producir. Por ejemplo, en lugar de biorreactores, las vacunas podrían cultivarse en campos como cultivos.
Otro beneficio proviene de la propia naturaleza de las plantas: no pueden infectarse con los tipos de patógenos humanos que conducen a la necesidad de vacunas. Además, investigaciones anteriores han demostrado que las vacunas a base de plantas tienden a producir una respuesta inmune más fuerte que las que se preparan de otras formas. Y finalmente, en algunos casos, las vacunas a base de plantas podrían administrarse directamente como un producto alimenticio, sin necesidad de extraerlas ni procesarlas.
Los autores añaden que la fabricación de vacunas a base de plantas no es algo nuevo. Hay una que se está produciendo y utilizando actualmente para tratar la enfermedad de Gaucher (es una condición genética poco común que conduce al agrandamiento del hígado y el bazo). Además, justo antes de que ocurriera la pandemia, una vacuna a base de plantas para la gripe se abrió camino a través de los ensayos clínicos de Fase III con resultados prometedores. Y, en este momento, un equipo está trabajando en una vacuna a base de una hierba australiana para COVID-19.
El proceso para el funcionamiento de las vacunas a base de plantas se conoce como "cultivo molecular". Los ingenieros colocan ADN que codifica ciertas proteínas dentro de una célula vegetal, por ejemplo, proteínas que ayudan al sistema inmunológico a combatir un virus en particular. Luego dejan que la planta crezca y toman material de ella para hacer un extracto. Después de eso, purifican el extracto para aislar las proteínas para que puedan inyectarse o ingerirse a modo de vacuna.
Como resumen, los autores del proyecto dan las cinco razones centrales por las que piensan que las vacunas a base de plantas pueden reemplazar a las vacunas tradicionales:
1.- Es menos intensivo en recursos cultivar plantas que animales. Esto puede convertirse en una preocupación creciente debido a que el cambio climático intensifica la presión sobre los recursos energéticos, alimentarios y hídricos existentes.
2.- Es menos costoso. La adquisición de invernaderos es más barata que las suites de biorreactores, que son necesarias para los sistemas de cultivo de células bacterianas, de mamíferos y de insectos, lo que hace que la agricultura molecular sea particularmente atractiva para los países en desarrollo.
3.- Las plantas están protegidas. Los patógenos que infectan a animales y humanos no pueden infectar a las plantas y contaminarlas.
4.- Es una respuesta inmune más fuerte. Las proteínas producidas por plantas dan una respuesta inmune más fuerte en muchos casos.
5.- Es más fácil de hacer. La materia vegetal se puede deshidratar, almacenar fácilmente y procesar en una forma comestible.
No obstante, el uso de las plantas no se limita al mundo de las vacunas. De hecho, son fuentes de estudio en el ámbito de la tecnología y de la innovación. Desde detectar explosivos hasta monitorizar la sequía en tiempo real, pasando por las lámparas vegetales creadas para reducir el consumo de energía. Ahora la vista está puesta en las vacunas comestibles a base de plantas, pero, según apuntan los dos investigadores, los gobiernos tendrán que esforzarse para construir las instalaciones para cultivar y procesar las plantas en todo el mundo. Será la única forma de que no se quede todo en un sueño.
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