El pasado 10 de octubre, el Congreso dio luz verde a una medida que cambiará las reglas del juego para los conductores: la reducción del límite de alcoholemia a 0,2 g/l en sangre y 0,1 mg/l en aire expirado. Este cambio, impulsado por la creciente presión de las asociaciones de víctimas de tráfico y los defensores de la seguridad vial, pone fin a la tolerancia al “consumo moderado” de alcohol antes de conducir.
Sin embargo, para llevar a cabo este cambio en la tasa de alcoholemia será necesario modificar el texto que aparece en el artículo 20 del Reglamento General de Circulación, titulado como “Tasas de alcohol en sangre y aire espirado”. Para lograr la modificación se debe contar con el consenso de las diferentes fuerzas parlamentarias, que ya existe en la proposición no de ley, o con un Decreto Ley extraordinario por parte del Gobierno y después verse publicado en el BOE. Por tanto, aún faltan algunos meses para que se haga realidad el nuevo límite de alcohol en sangre permitido; los 0,2 g/l en sangre y para que España esté más cerca de los países europeos más estrictos en la lucha contra el alcohol al volante.
Los estudios médicos aseguran que incluso pequeñas cantidades de alcohol pueden reducir la coordinación, el tiempo de reacción y el juicio. Y los datos no dejan lugar a dudas: más de la mitad de los conductores fallecidos en accidentes de tráfico en 2023 habían consumido alcohol, drogas o psicofármacos, según el Instituto Nacional de Toxicología. El alcohol fue la sustancia más detectada, presente en uno de cada tres casos.
Conducir bajo los efectos del alcohol no es un juego. Con solo 0,5 g/l en sangre, el riesgo de sufrir un accidente se duplica, y con 0,8 g/l, este riesgo se multiplica por cinco. Además, una tasa de 1 g/l puede tardar entre 6 y 10 horas en desaparecer, causando alteraciones graves en la percepción y la toma de decisiones.
Esta reforma también responde a la necesidad de proteger a los conductores más vulnerables: los menores de 18 años, mayores de 65 y conductores noveles, que ya eran más sensibles a los efectos del alcohol. El objetivo de la nueva legislación es claro: concienciar a la sociedad de que “solo el cero tiene cero consecuencias”.
La toma de conciencia de la necesidad de una movilidad sin víctimas y la prevención de conductas de riesgo sigue siendo un caballo de batalla a cualquier edad, pero especialmente entre los jóvenes, que comienzan a circular con motos y coches. Con el fin de sensibilizar del peligro de determinados hábitos, la Fundación Mutua Madrileña y AESLEME llevan a cabo dos iniciativas “Te puede pasar”, con escolares, y “Agárrate a la vida”, con estudiantes universitarios, en las que se muestra a los jóvenes las consecuencias que pueden tener los hábitos imprudentes al volante.
Y, fruto de estas sesiones, la Fundación Mutua Madrileña publicó el estudio “Hábitos de los jóvenes al volante” (2022-2023), en el que destacan datos como que 6 de cada 10 jóvenes (un 58,3%) reconocen haber tenido que intervenir en alguna ocasión para impedir que un amigo condujera bajo los efectos del alcohol o las drogas. Al reconocer imprudencias propias, solo 1 de cada 5 (el 21%) confiesa haber bebido alcohol antes de conducir.
Hasta la fecha, España, como otros 18 países de la Unión Europea, tenía el límite en 0,5 g de alcohol en sangre e incluye la tasa cero de alcoholemia para los menores de edad que conduzcan ciclomotores o motos de hasta 125cc, bicis o vehículos de movilidad personal; sin embargo, España es más permisiva que la mayoría de los países europeos que establecen tasas de entre 0,1g y 0,3g para los conductores noveles y los profesionales. En el lado opuesto, están países como Eslovaquia, Hungría, República Checa y Rumanía que castigan la más mínima presencia de alcohol al volante, con una tasa cero. Volviendo a España, superar el límite de 1,2 g/l en sangre podría suponer penas de hasta seis meses de cárcel, además de la retirada del carné por varios años. El mensaje es tajante: al volante, ni una gota.
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