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Vivir en una gran ciudad es sinónimo de caos automovilístico y más cuando la gente vuelve de sus vacaciones de verano. Por eso, las arterias principales se volverán a llenar de coches en interminables atascos y los correspondientes cabreos de los conductores. Pero, ¿cómo se pueden evitar atascos en ciudades masificadas de coches? La solución parece estar en Hyperlane, el carpool lane para coches autónomos.
Este proyecto, al igual que otros, pretenden evitar atascos ya sea a través de proyectos futuristas como los túneles de Musk, la instalación del metro de alta velocidad o el deseado Hyperloop. Sin embargo, todos ellos tienen costes muy elevados y la infraestructura requiere de años de implantación.
Sin embargo, Hyperlane, que tiene cierto parecido con los carpool lanes, ha sido creado por estudiantes de la UC Berkeley para evitar los atascos, además de ser un proyecto viable desde el punto de vista económico y de infraestructura. La principal diferencia entre los tradicionales carpool lanes es que ahora se busca aprovechar las novedades tecnológicas para disponer de un carril de alta velocidad supervisado por sensores y transmisión de datos 5G.
Si todo marcha según lo previsto, los automóviles podrían circular hasta un máximo de 195 km/h mientras que los usuarios se comunican entre ellos, guardando una distancia mínima entre ellos.
Pese a ser un proyecto con vistas al futuro, ha captado la atención de varias empresas, así como el gobierno americano puesto que el desembolso del mismo supondría una inversión de 12 millones de dólares en cada ciudad, mientras que otros medios de transporte rondan los 139 millones.
Una de las principales ventajas de este tipo de carpool lane es que el transporte público también se podrá beneficiar de esta medida, donde los usuarios se podrán desplazar por las ciudades a gran velocidad en un espacio reducido de tiempo. También podrían disfrutar de este carril de alta velocidad vehículos eléctricos, cuyo principal objetivo es contribuir a respetar el medio ambiente.
En definitiva, la implantación de este tipo de ideas supondría un beneficio para la vida de los conductores, y de los usuarios de transporte público. Pese a ello, quedan aún por pulir muchos flecos, sobre todo en el aspecto legal y seguridad de la información. Todo apunta que este proyecto no verá la luz hasta 2040.