En los últimos años el desarrollo de la movilidad ha generado diversos proyectos con el objetivo de avanzar en el desarrollo del vehículo 100% autónomo. General Motors fue uno de los primeros, a los que se ha sumado Waymo, que es capaz de ablandarse, o ya en el ámbito empresarial, la furgoneta de reparto Nuro R1.
Según la SAE (Society of Automotive Engineers de EE.UU.) existen cinco niveles de autonomía para los vehículos, una división aceptada y adoptada tanto por las autoridades europeas como por la Dirección General de Tráfico:
- Nivel 0: coches convencionales que no disponen de ayudas electrónicas a la conducción.
- Nivel 1: incluyen sistemas como frenada automática de emergencia, alerta de salida de carril o control de crucero, entre otros.
- Nivel 2: vehículos que, a través de una cámara, activan la frenada de emergencia de forma automática, leen las líneas blancas y calculan las distancias con precisión. El conductor es responsable del vehículo y debe llevar las manos al volante.
- Nivel 3: incluye el adelantamiento autónomo y permite soltar el volante tanto en atascos urbanos como en autopistas cuando se circule por debajo de los 60 km/h. El conductor continúa siendo el responsable.
- Nivel 4: el conductor se convierte en pasajero ya que la tecnología lo exime de cualquier responsabilidad.
- Nivel 5: corresponde a la conducción autónoma total ya que el coche podrá moverse en solitario con total autonomía. El vehículo, por lo tanto, se convierte en una cápsula que transporta a los pasajeros de un punto a otro y es capaz de analizar su entorno e interactuar con el resto de modelos conectados a la misma red.
Pues bien, el Kyocera Moeye es un prototipo de vehículo autónomo de nivel 4. En realidad, se trata de una demostración de fuerza llevada a cabo por el grupo japonés Kyocera, considerado durante tres años consecutivos como una de las 100 compañías más innovadoras del mundo. Aunque su sector de actividad está muy alejado del automovilístico, ya que se dedican a fabricar dispositivos cerámicos y sistemas de impresión y de procesamiento de imágenes, con este proyecto han dejado claro hasta dónde pueden llegar como empresa tecnológica.
Exteriormente, el Moeye presenta una línea claramente retro, con una aerodinámica que recuerda a las carrocerías de los años 30. Si bien las formas externas resultan curiosas por sí mismas, es el interior el que sorprende y donde encontramos las novedades más importantes. En primer lugar, no existe ningún mando, ni pedal, ni mucho menos volante, que pueda hacernos pensar que estamos en el interior de un coche. El habitáculo tiene un diseño minimalista presidido por una gran pantalla táctil de cristal líquido. Al conectarse, un asistente virtual llamado Mobisuke cobra vida en forma de holograma para ayudarnos con la configuración del viaje. Ya en marcha, un sistema de visión por rayos X o “camuflaje óptico” detecta todo lo que sucede ante el vehículo y lo reproduce en la pantalla o proyectado sobre el parabrisas.
El sistema de iluminación ambiental LED CERAPHIC, sumado a un dispositivo aromático con hasta cinco fragancias y una potente unidad de audio basada en elementos piezoeléctricos, dan como resultado una experiencia inmersiva sin precedentes en el interior de un vehículo. Un auténtico escaparate de innovación que nos puede dar una idea de cómo serán los viajes por carretera dentro de… ¿10 o 20 años?
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