El uso, cada vez más extendido, de los vehículos eléctricos e híbridos supone un importante avance para las políticas medioambientales. Las ventajas de su implementación superan por mucho a los inconvenientes que, sin embargo, también existen. Uno de ellos se refiere a la seguridad vial y es consecuencia directa de lo que, a priori, podríamos entender como ventaja: el silencio.
Y es que, además de eliminar las emisiones contaminantes a la atmósfera, los motores eléctricos terminan también con la contaminación acústica. El problema se detecta, como en tantas otras ocasiones, cuando existen datos para elaborar estadísticas. En este sentido, los estudios sobre siniestralidad elaborados por tres aseguradoras danesas han demostrado que estos vehículos tienen un 20% más de probabilidades de verse involucrados en accidentes que los coches con motores de combustión. Los motivos principales de estos resultados se encuentran en el propio funcionamiento del vehículo eléctrico y son, sobre todo, la aceleración y la ausencia de ruido, que pone en riesgo la seguridad de los peatones.
A esto se suma un elemento más que empeora la situación y es el fenómeno de los llamados “peatones zombies”. Al transitar a pie con la mirada concentrada en el móvil, el único sentido que nos puede alertar de un peligro es el oído. De hecho, aunque la siniestralidad absoluta ha ido disminuyendo con el paso de los años, la cifra de peatones fallecidos por atropello en España ha aumentado un 28% en los últimos 10 años. El uso del móvil es responsable del 98% de los accidentes en los que el peatón es el culpable.
Unos datos tan preocupantes no podían pasar inadvertidos y, para revertirlos, la Unión Europea obliga desde julio de 2019 a que todos los nuevos coches eléctricos e híbridos emitan ruido, aunque circulen a baja velocidad. Es lo que se conoce como Sistema de Aviso Acústico (AVAS, por sus siglas en inglés). Este requisito será obligatorio para cualquier coche eléctrico en circulación a partir del 1 de julio de 2021.
Aquí es donde entra en juego la estrategia corporativa de las marcas por diseñar sonidos únicos para sus vehículos. Atendiendo a la normativa europea, que exige un nivel sonoro entre los 56 y los 75 decibelios a velocidad inferior a los 20 km/h, cada fabricante se está esforzando en personalizar la melodía de sus motores.
En un futuro muy cercano, el sonido del tráfico no será como el que escuchamos ahora en las ciudades, sino algo más parecido a una orquesta de sintetizadores con registros diferentes en función de la marca y modelo de los coches que pasen. Jaguar, por ejemplo, ha empleado cuatro años en conseguir un sistema acústico para su I-Pace “audible y discreto, y que no se escuche dentro del vehículo”. Al principio optaron por sonidos inspirados en las naves espaciales de las películas, pero según fuentes de la compañía británica, comprobaron que “los peatones reaccionaban mirando al cielo en lugar de a la carretera cuando se acercaba el vehículo”.
Volkswagen, por su parte, ha contado con la participación del compositor Leslie Mandoki para poner banda sonora a modelos como el ID.3. Toyota va más allá al encargar un proyecto llamado “The High Poyect” a la compañía Ayax que, por su ancho de banda y rangos de frecuencia, busca favorecer el crecimiento y la absorción de nutrientes de las plantas. Audi ha apostado por la experiencia de Bang & Olufsen para el sistema de sonido de su e-Tron. Mientras la opción de Mercedes es incorporar un sonido diferente para cada modelo eléctrico, Tesla anuncia su intención de que sea el usuario quien pueda personalizar los avisos acústicos, eso sí, en mercados donde la legislación lo permita.
Lo que en principio se vería como un inconveniente provocado por una imposición legal, se ha convertido para los fabricantes de coches eléctricos en una nueva ventana de oportunidades. El sonido de los coches eléctricos es el nuevo emblema, acústico, de las grandes marcas de automóviles.
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