Hace apenas unas décadas (las últimas del siglo XX), en las conversaciones cotidianas entre conductores, un coche bueno, pero bueno, de verdad, era aquel que tenía una carrocería muy dura, a prueba de impactos. Los grandes fabricantes, como Mercedes, BMW o Volvo, hacían hincapié precisamente en la dureza de sus vehículos como garantía de seguridad. Hoy, los grandes avances tecnológicos nos permiten hablar de un coche totalmente innovador, transgresor, autónomo y muy diferente a los anteriores, que se ablanda para evitar accidentes.
Waymo es buen ejemplo de ello. Esta compañía de Google ha diseñado un coche autónomo que es capaz de ablandarse para minimizar los impactos en caso de atropello. El modelo de vehículo, cuya patente fue solicitada en 2015 y que ha sido revelada ahora, reduciría sustancialmente los daños, por ejemplo, en caso de un arrollamiento. El objetivo es lograr adaptar el coche en caso de impacto.
La tecnología que lleva incorporada el vehículo autónomo de Waymo permite cambiar la rigidez de la carrocería, los parachoques y el capó. Este sistema reduciría el impacto en caso de atropello de una o varias personas. Gracias a unos sensores integrados con los que cuenta, es capaz de prever que va a atropellar a una persona y activar un cambio en la dureza de sus partes externas contra las que previsiblemente podría impactar el cuerpo. Evitar accidentes es, por tanto, el principal objetivo de Waymo.
En estos casos de emergencia, ante un previsible golpe, el vehículo reaccionaría cambiando la superficie contra la que el cuerpo impactará, mediante del uso de cables y muelles, que modificarían el exterior de manera notable.
La tecnología inteligente con la que está desarrollado el coche se adaptará en función de la gravedad del impacto. De este modo, será diferente el grado de reblandecimiento de sus partes si el accidente se prevé con un peatón a si es con un ciclista, entre otras circunstancias.
El sistema de ablandamiento de Waymo para evitar accidentes sólo se activa si se detecta una persona cerca del vehículo en la parte exterior y sin poner en peligro a los ocupantes del vehículo. Sin embargo, si los sensores detectan otro coche, contra el que pueda impactar, el vehículo mantendría su rigidez y buscaría el mínimo daño posible en caso de impacto.
De momento, no hay más que una patente en desarrollo, aunque Google apuesta fuerte por esta tecnología innovadora y que podría convertirse en pionera en el mercado. Se trata, sin duda, de un avance notable en materia de seguridad, que se une a otros tantos como el piloto automático que conduce en caso de atasco, los neumáticos inteligentes o los nuevos carpool lanes. El futuro de la conducción habla en clave de innovación y seguridad.